Old Joy (Kelly Reichardt, 2006)



La virtud que debe tener el cine minimalista es que dentro de su obligado reduccionismo formal abarque muchas lecturas. O una simple pero que dé para una honda reflexión. En un cine tan austero, de contados pero importantes matices, éstos adquieren una dimensión trascendental, por lo que deben ser insertados sin estridencias, acorde con el tono sencillo de la película, pero que exulten algo por encima de la supuesta monotonía del relato. El error suele estar en la repetición innecesaria, en el detalle remarcado, tratándose al espectador como si fuese un niño pequeño al que hay que repetirle las cosas dos o tres veces.

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Old Joy, la segunda película como directora de Kelly Reichardt, aborda con este tratamiento un tema de difícil exposición: el desmoronamiento final de una antigua amistad. Aún sin estrenar en nuestro país, tiene a sus espaldas un largo y exitoso recorrido por festivales americanos y europeos. Dos amigos vuelven a encontrarse después de años para escaparse unos días. Como testigos, los enrevesados y angostos caminos que ofrecen los paisajes americanos. A lo largo de este trayecto, ambos protagonistas esbozan un pasado común hablando de antiguas amistades, y a la vez denotan un presente frío, proyectando un futuro en el estarán irreversiblemente distanciados. Todo con mínimas situaciones, diálogos escuetos seleccionados escrupulosamente, pero suficientes para que vayamos distanciando a ambos protagonistas. Y sin dejar atrás el formato de road movie, al cumplir con los requisitos básicos del género: un viaje físico y a la vez interior que sirva para que los protagonistas se percaten de su real situación emocional.

Estos matices a los que hacemos alusión son los que dotan de sentido al viaje: no es necesario marcar diferencias notorias entre ambos desde el comienzo, es más, los vemos muy parecidos en forma y actitud. Es la difícil búsqueda del balneario al que quieren ir la que determina que el viaje empiece a ser pesado, la que define que, aunque sigan siendo muy parecidos, ya no tienen nada en común. Y la película puede acabar con la separación de ambos, sin hacer ruido, ausente de una gran lectura final. Es el recuerdo posterior de todo este viaje a la nada el que nos permite a nosotros también hablar de esa fracasada relación en primera persona, como si hubiéramos ido en el asiento trasero del coche.

Esta vieja alegría a la que alude el título entristece a los protagonistas. Y al final, recordaremos situaciones íntimas, incomunicación solapada por diálogos tímidos, y un viejo coche mutilado vagando sobre el espectro que es la geografía norteamericana.

Aurelio Medina






2 comentarios:

andrés dijo...

resulta algo llamativo que se pueda hablar de minimalismo en cine narrativo, más teniendo en cuenta las comparativas con antecedentes videográficos (tipo warhol o baldessari) y quizá suponiendo que el reduccionismo de medios deba ser compensado con una cierta prolijidad en la significación de los mismos. Decir mucho con muy poco, vamos. Por sencillo que sea poner unas palabras y una foto, seguro que esta bitácora no va a ser minimalista. Suerte, os sigo leyendo.

PD: ¿primer comentario de la historia de este blog?

Anónimo dijo...

hey! ese es Bonnie Prince Billy?