Mysterious object at noon (Apichatpong Weerasethakul, 2000)


Es difícil saber por qué hacen algunos las cosas que hacen, pero el caso es que las hacen. Con los llamados cines periféricos uno no sabe si esas películas que a veces nos llegan de países como Irán, o Tailandia en este caso, se hacen porque sí, o se hacen pensando en la cara que pondrá el presidente del jurado de Cannes cuando las vea. El caso es que se hacen. Mysterious object at noon es, independientemente de estas especulaciones sin sentido, un arriesgado experimento cinematográfico diseñado para sacudir al espectador a cada segundo.


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La película está construida en torno a un dispositivo muy concreto, el cadáver exquisito. La traducción literal del título tailandés sería algo así como “flores celestiales en las manos del diablo”, lo que anuncia ya el sentido de esta técnica dadaísta de construcción colectiva de relatos. Weerasethakul abre fuego con la siguiente pregunta dirigida a una mujer que acaba de narrar cómo su padre la vendió por 1.400 bahts: “¿puedes contarnos otra historia, real o de ficción?”. La reacción de la mujer es envidiable porque no sólo salva el cuello al realizador sino que propicia la aparición de una cadena de narradores distintos que nos van contando una misma historia. En un principio se toman como base las entrevistas con estos narradores improvisados y una dramatización con actores (presumiblemente amateurs) de la misma historia que cuentan. ¿Y el contenido de la historia? Diremos solamente que narra las peripecias de un niño lisiado y su amigo misterioso nacido de un objeto esférico surgido de las faldas de su maestra.

Weerasethakul logra sumir al espectador en la confusión entre ficción, documental y mitología tailandesa, que llega a su cenit cuando el mismo equipo de rodaje irrumpe en la filmación. El realizador se permite tomar todo lo que está a su alcance para continuar la narración: las pausas del rodaje, noticiarios de televisión, seriales radiofónicos, la puesta en escena de una humilde compañía de teatro, rótulos, entrevistas con una pareja de sordomudas en lenguaje de signos… Al mismo tiempo, son registrados algunos lugares donde transcurre la historia del chico lisiado como un combate de boxeo o una bulliciosa sala de strip-tease. El ritmo se detiene y el tiempo se hace más íntimo. Poco a poco el dispositivo propuesto inicialmente se va diluyendo y la realidad se filtra por todas las grietas del relato. Mysterious object at noon dice mucho de la cultura local y de la forma de ser de sus protagonistas, y por encima de todo, de la ancestral obsesión por contar historias.

Los niños se erigen en el centro de atención, y viendo las últimas secuencias no hay duda de que logran contagiar su entusiasmo al propio director. Y así es como el placer por jugar se traduce de manera extraña y sencilla al mismo tiempo, en placer por filmar.

Daniel García

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