La vida de bohemia (Aki Kaurismäki, 1992)


Entre los años que separan sus dos trilogías sobre Finlandia (la primera sobre el proletariado, la segunda reflejando a los huérfanos de su incipiente sociedad contemporánea) Aki Kaurismäki filmó sus dos únicas películas rodadas fuera de su país: Contraté a un asesino a sueldo, película inglesa de 1992, y posteriormente La vida de bohemia, de producción francesa. Este viaje a la “vieja Europa” reportó dos obras a las que es interesante hacer un acercamiento, teniendo en cuenta que el nombre de Kaurismaki siempre ha sido tomado como espejo de la Finlandia de los últimos veinte años. Sin dejar de ser películas coherentes con sus propios postulados cinematográficos, es decir, sin dejar de ser películas de Kaurismäki, encontramos matices que difieren del resto. Tomamos la vida de bohemia como ejemplo.


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A priori, que Kaurismaki filme una película de espíritu puramente francés (se basa en el texto clásico de Henri Murger Escenas de la vida bohemia, rueda en el bohemio Montmartre parisino…) podría acabar siendo una evocación, incluso una mimesis, del cine que tres décadas antes estaba rodando Robert Bresson en Francia. En estos tiempos de postmodernismo y de vociferadas referencias cinematográficas, las ínfulas y homenajes bressonianos en la filmografía de Kaurismäki son innegables. Y cierto es que rueda en un escrupuloso blanco y negro, y que dota a sus personajes de un inherente dramatismo, incluso el final pesimista y sin alardes nos evoca a tantas resoluciones frías que hemos visto en Bresson… es más, hace un explícito guiño a Pickpocket, rodando con extrema fidelidad de planos un robo de carteras en el metro. Aún así, Kaurismäki se desprende de la principal característica del cine que dogmatizó Bresson: evita a los personajes desdramatizados, carentes de teatralidad. Éstos son menos hieráticos y ascéticos (excepto los actores finlandeses, quizás los únicos que no pueden evitar serlo) que, citando otras películas suyas, la empleada de la fábrica de cerillas que actúa como una vengativa Mouchette bressoniana, o que los trabajadores que aparecen en las películas que conforman la mencionada trilogía de la clase obrera. Tampoco llegan a la frialdad expositiva de los que abordará en las posteriores Nubes pasajeras y El hombre sin pasado, películas donde los vasos comunicantes entre Kaurismäki y Bresson vuelven a retomarse con fuerza (añadiéndole las dosis de humor que le diferencian del realizador francés).

Además, el rol de los personajes cambia por completo. Nada que ver la humilde clase trabajadora finlandesa que conocíamos con estos tres señores que malviven: intelectuales, pretenciosos y pícaros, embriagados de la bohemia que aún intenta desprender la actual París, uniendo sus vidas por el azar y en muchos momentos por la conveniencia. Los tres, provenientes de nacionalidades diferentes, asumen su incipiente amistad como una unión para salir de los problemas que atraviesan cada uno. Una relación a tres bandas, multicultural y de conveniencia que no podemos evitar relacionar con la que nos mostró Jim Jarmusch en Down by law. Dos directores, Kaurismäki y Jarmusch, que beben hasta saciarse de referencias al cine que aman y que, curiosamente, ruedan citándose también el uno al otro e intercambiándose homenajes (un viejo y sabio Samuel Fuller aparece gustosamente en películas de ambos).

La vuelta a Finlandia nos volvió a traer al Kaurismäki más bressoniano, y aunque parezca una contradicción, al más genuino. Quizás porque la mirada sin compasión, sofisticada e intimista de Kaurismäki ha trascendido tanto hasta llegar a ser marca propia del finlandés, no sólo del maestro Bresson. O por la facilidad con la que salta del drama extremo a la comedia, con gran agilidad, sin vértigo ante el vacío. Algo que, aquí sí, le aleja tímidamente de Bresson.

No queremos empequeñecer estas propuestas más europeístas ante el resto de películas finlandesas, es más, con este texto se intenta dar mayor relevancia a ese aislado paréntesis que vivió rodando lejos de Finlandia. Aunque sí es cierto que el Kaurismäki que está en la mente de todos los espectadores (y quizás en la suya propia) es el que nos recrea la seca y fría Finlandia. Por mucho que sean pequeñas obras venidas de los fiordos y no estén auspiciadas por el suculento dinero francés.

Aurelio Medina


3 comentarios:

jose dijo...

Una vida de bohemia, de personajes que actuan con parsimonia. Personajes con universos y psicología interiorizada sin grandes muecas. Una película de la amistad verdadera por encima de las aspiraciones más puramente bohemias. Una historia de los viajes entre fronteras y culturas; y sobre todo de la amistad de maleteros capaz de afrontar los problemas con el semblante neutro

west man dijo...

por un lado el cliché de la mano de la ironía, dos compañeros de viaje que no acaban de casar bien, y sin embargo en el hueco que estos dejan, el director, hace un retrato delicioso de tres personajes. De una historia rocambolesca ya no esperamos la próxima vuelta de tuerca, sino más bien el siguiente gesto del personaje caricaturizado con el que extreñamente nos sentimos identificados.

Ernesto González Barnert dijo...

es preciosa, la amistad, el amor, la ferrea voluntad de seguir al arte sobretoda las miserias y pequeñeces, con el verdadero temple de los que viven y aceptan la tragedia de su propio destino, frente a la gran mayoria de individuos que solo se adaptan, son funcionales a sus pseudo vidas o simulacros.